Cuando Lawrence Fishborne, Othello, terminó de estrangular a Irene Jacob, Desdémona, apagaron la tele y se sentaron a la mesa. Gregorio sirvió la comida y Bautista destapó la cerveza. Violeta había ido a acostar a Tomás. Al rato volvió y se sentó en silencio.
- Las pizzas están mejor que nunca Grego.
Bautista devoró su cuarta porción mientras miraba de reojo a su mujer que picoteaba con desgano su parte.
- Te gustan, Viole? Estás comiendo poco.
Bautista la miró fijo hasta que ella levantó la vista y le dijo:
- Está buenísima, che. Me quedé pensando en la peli. Qué romántica la historia de Othello, no? Este Shakespeare era genial.
Terminó de hablar y los miró esperando escuchar algún comentario que acompañara su apreciación.
- Bah, totalmente edulcorada y superficial. Una americanada más para las amas de casa aburridas, acotó Grego mientras se prendía un cigarrillo
- Pero…
- Las actuaciones poco convincentes, el guión muy mal adaptado. Arruinaron completamente la obra.
Y miraba complacido como el humo de su cigarrillo inundaba el ambiente. Bautista se le unió en el discurso antagónico.
- Si. Hay que tomarse el trabajo de leerla. Me convidás uno?
Ambos se sonrieron mientras aspiraban con deleite el tabaco. Violeta levantó los platos e hizo un último intento por dejar claro su punto.
- Bueno, a mi me pareció…
Bautista la interrumpió con impaciencia y cierto malhumor.
- ¿”Linda”? ¿”Divertida”? ¿”Romántica”?
- Jaja, Bauti sos un guacho.
A la mujer le salía un hilo de voz cuando agregó ya casi sin convicción.
- Pero el personaje de Iago. Está genial. Tantas veces se ven cosas así.
Los hombres sonreían socarronamente mientras decían casi a coro:
- A mi Brannagh me cansa. Repite siempre los mismos papeles.
- Si, totalmente, hay que darle espacio a nuevos valores.
- ¿A qué llamas vos “romántico”?
Violeta tomó aire y poniendo su voz más firme sentencio convencida hasta la medula:
- Bueno todo lo que tenga que ver con sentimientos, con el amor y la pasión…
- Bah! Con eso no decís nada. Traete otra cerveza.
Ella les sirvió otro vaso a cada uno y miró de reojo la hora. Doce y cuarto. Mañana Tomás madrugaría como todos los días. Se paró, levantó los platos y sirvió el postre que había cocinado la noche anterior.
- Esta riquísimo. Esta vez no se quemó. Van a colapsar los astros.
Gregorio la pellizcó como hacia siempre que buscaba su complicidad. Ella le sonrió y sin decir palabra se metió un bocado en la boca.
- ¿Café? ¿Negro sin azúcar para los dos?
- Gracias. Sentate no labures más.
ELlos se pusieron a comentar el último libro que estaban leyendo. Ella se despidió y se fue a dormir.
- ¿Che, que le pasa a Violeta? La noté rara.
Bautista se prendió otro cigarrillo y largó una carcajada.
- Bah, los rayes de siempre. Viste como son las minas. Me parece que está aburrida. Le dije que se busque una ocupación, que haga deporte, viste que está gordita, pero nada. Y yo me ligo todos los enojos. En fin… Y vos? ¿Que pasó con la rubia de la otra vez?
- Uf, mejor ni te cuento. Le patinaba mal. Controladora, celosa, dependiente, obsesiva, demandante… Me la cogí un par de veces y a otra cosa. ¿Vamos a la cancha mañana?
A Arturo, por leer con paciencia y corregir con delicadeza todos mis textos.
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