El candidato


El chico, digo el hombre, parecía amable. Nos cruzamos varias veces al ir y venir de casa, en el ascensor, en la entrada, en fin, en distintas circunstancias. El hombre, alto, más que yo, de cara y sonrisa bonachona, ojos claros y pelo rubio que raleaba en la coronilla, se presenta un día en el viaje desde la planta baja, hasta la suya, en el quinto piso.

-Justiniano, soy técnico de computadoras-. Y me extiende varios papeles, tipo tarjetitas, con sus datos y un teléfono.

Genial, tardé poco en googlearlo, y ver su perfil público en Facebook, esa red social donde todo se comparte, desde un plato de comida, pasando por un viaje, hasta un orgasmo.

Comento el encuentro y sucesivas charlas con distintas personas, Mariana mi compañera de almuerzo los jueves y viernes, mi psicóloga, y con Flor mi hermana y su amiga, Fer. Entusiasmada imagino que el muchacho es soltero. ¡Un posible candidato! (Qué palabra más antigua, más demodé, “candidato”,¿candidato a qué? ¿A mi mano? ¿A mi amor? Jaja ¡Como persisten ciertos modismos y resabios de generaciones pasadas y caducas y no tanto!)

Tiempo después de esta presentación unilateral e improvisada en el ascensor, encuentro un día, que el cursor digital en mi computadora, había desaparecido. Me llevó bastante tiempo restablecerlo e incluso consideré la idea de llamar al tal Justiniano para pedirle ayuda. Era domingo por la mañana así que desistí.

Así se lo comento un día al cruzarnos nuevamente mientras salía de casa. Entonces me presenté e intercambiamos números de celular.
El contacto estaba hecho así que un día le mando un whataspp para comentarle que tenía algunos problemas con la pc.

No recuerdo bien la secuencia pero sube a casa y analiza un poco mis dos computadoras, la personal y la del trabajo que hace rato estaba bloqueada. La gata lo recibe un tanto irritada y amaga morderle la mano. Me disculpo como mejor puedo y el se lleva la computadora del plan Sarmiento para repararla.

Mensaje va, mensaje viene me comunica que la computadora estaba arreglada. Bien. No tenía mucho dinero, así que la pago una parte y prometo cancelar el resto ni bien cobre.
Así lo hago a principio de mes.

Ayer, digo, ayer mismo, abro la computadora para probar la lectora de cd y me pide una contraseña, contraseña que no tengo y que según me avisa el sistema, venció.
Enseguida le envío mensaje a mi vecino y le cuento lo sucedido, en busca de una respuesta, un auxilio, una solución. La respuesta tarda en llegar y es la siguiente:

-Eso es propio de la programación de esas máquinas. Yo no puedo ni debo cambiar eso. En la escuela  o la capacitadora en Intec suele estar al tanto del sistema.

(El mismo me había dicho al desbloquearla, que había logrado “romper” la contraseña)

Le respondo con un OK. Y me quedo con las ganas de decirle que me estafó, que es lisa y llanamente: un pelotudo. Cosa que él de seguro no sospecha ni sabe.

Comentarios

Recomenzar ha dicho que…
Me ha encantado leerte Bonitas tus palabras escribes con emoción profunda
un abrazo desde Miami
Loli ha dicho que…
Otro abrazo, gracias por darte una vuelta. Te dejé un comentario más largo en tu blog.

Estoy atenta tus palabras,

loli

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