Manual de supervivencia
Cuando escuchó el primer golpe se sobresaltó y tiró al piso el manual de supervivencia que estaba leyendo. El libro era un compendio de técnicas de relajación, consejos sobre autoayuda y maximización de los recursos personales. Tenía letras verdes y una foto de un hombre en el espacio en la tapa. Oyó un segundo golpe seco, un puño cerrado golpeó la puerta por segunda vez. Catalina se puso de pie y se dirigió a las escaleras. En el pasillo se detuvo. Silencio. Una rama del pino que había junto a su ventana golpeó el vidrio. No podía creer que dos veces hubieran golpeado a la puerta. Un horror súbito la invadió. El terror era mayor al que había sentido el día que enterró al último sobreviviente. Era la angustia de sentir que a pesar de todo, no era ella la última que había quedado con vida después de la catástrofe. Ella que simplemente se preparaba para morir aún sabiendo que a nadie más importaría su muerte. Comprendió que había una segunda persona. Otro ser humano con el cual compartir ese mundo devastado, un aliado o un enemigo. Mientras pensaba todo esto había terminado de bajar las escaleras. Ante ella estaba la puerta donde comenzaron a golpear una tercera y cuarta vez hasta que los ruidos se multiplicaron y perdió la cuenta. El terror se había apoderado de su cuerpo y la paralizaba de todas las formas posibles. Tenía las manos crispadas, la piel erizada, los ojos desorbitados. Los golpes eran imperativos, demandantes y llevaban con ellos un único y claro mensaje: ¡Abrí!
Intentó de todo, esperar, golpear la mesa del comedor con los puños, acallar de ese modo el insistente ruido de los nudillos sobre el otro lado de la puerta.
Finalmente se rindió. Pensó que lo mejor era abrir la puerta y ver de una vez que era lo que había del otro lado. Puso la mano sobre la manija, cerró los ojos, contuvo la respiración y abrió.
Intentó de todo, esperar, golpear la mesa del comedor con los puños, acallar de ese modo el insistente ruido de los nudillos sobre el otro lado de la puerta.
Finalmente se rindió. Pensó que lo mejor era abrir la puerta y ver de una vez que era lo que había del otro lado. Puso la mano sobre la manija, cerró los ojos, contuvo la respiración y abrió.
Comentarios
beso
silvia
no sabés cuanto agradezco tu paso por aquí,
te mando un beso grande,
loli