El jean era un Levis azul 501, talle 42. Tenía el corte perfecto, el precio justo y la vendedora que me lo mostraba sonreía alentándome a que me lo probara. Entré al vestidor. Calcé una pierna, después otra. Y no. Lo sabía. A la altura de las caderas el pantalón se atascó y no subió más. Suspiré y me resigné a lo innegable. Siempre conocí mis límites. Son muchos. Demasiados para mis años. Solía pensar que la muerte me presentaría un día el más inevitable de todos ellos, el más difícil de aceptar. -¿Cómo te fue esta semana Sole?- La coordinadora esperó que mostrara mi curva de descenso, curva que en este caso era ascenso, y contara acerca de mi último asalto al kiosko. El grupo me aconsejó y prometí mejores resultados para la próxima reunión. A la salida Matías me esperaba con una barrita de cereales y una coca cero. Le agradecí, guardé la barrita en mi cartera y emprendí con la coca. Tengo límites de todo tipo. Al sur, la pasión que descansa ignorando mi existencia. Al norte, la...
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